viernes, 15 de octubre de 2010

DE NORTE A SUR. LA RUTA DE LAS ERMITAS


      Desde de la carretera N-344, enlazamos con la A-10, que nos lleva al diseminado caserío de La Zarza, a caballo entre Abanilla, Fortuna y Jumilla, donde, en territorio jumillano, hay una pequeña ermita, junto a una exhausta fuente, erigida en el año 1588, a la advocación de Santa Ana. A unos 500 metros cruzamos la línea invisible que delimita esta encrucijada de términos, al pie del llamado cerro de Crespo, donde aflora otra pequeña fuente cuyas aguas son abanilleras.
      Siguiendo la A-10, en dirección Este, medio kilómetro  antes de su confluencia con la C-3223 (Fortuna-Pinoso), a la izquierda, nos encontramos con unas antiguas edificaciones, actualmente acondicionadas como restaurante “El Fraile Gordo”. En su pasado fueron “La Casa de los Frailes”, perteneciente a la orden de los Dominicos, desamortizada en el siglo XIX. Todavía queda en pie su pequeña capilla, con su espadaña, sin la campana, utilizada de almacén de enseres agrícolas. En la confluencia de las citadas carreteras giramos hacia el Sur. A pocos kilómetros llegamos al cruce con el vial A-9, a la izquierda, que nos lleva al cercano caserío de Los Martínez, también llamado La Cañada de la Leña, donde está la ermita de la Virgen del Carmen, erigida en 1891, por los herederos de don José Enríquez de Navarra, emparentados con los Roca Togores. Se reedificó en 1921. Su espadaña está coronada por una  original veleta de hierro forjado, con la cruz de Calatrava y un caballero a la jineta, armado con lanza en ristre. Los Enríquez de Navarra y los Roca Togores, fueron caballeros calatravos.
      Volviendo otra vez a la carretera C-3223, hacia el Sur, a la izquierda nos encontramos con el paraje del Algarrobo, famoso por su fuente, que es abrevadero de las cañadas reales. Saciada nuestra sed descendemos hasta un lugar llamado Barinas, cuya existencia documentada data, al menos, desde el siglo XVI, donde, en el año 1885, los vecinos edificaron una ermita a la advocación de Ntra. Sra. del Rosario, actualmente transformada en iglesia, sobre un ejido que enajenó el Ayuntamiento, previa renuncia de los afectos.
      Abandonamos Barinas y nos volvemos a incorporar a la carretera C-3223, siguiendo la orientación Sur, hasta cruzar la rambla de Balonga y llegar a la conocida venta de Los Collares, donde interceptamos por la izquierda con el vial MU-412, que nos conduce al caserío de Mahoya, en cuya explanada está la ermita de la Santa Cruz. Puede que su construcción original fuera en honor de Santa Ana y que en el siglo XVIII pasara a la advocación de la Santa Cruz. La construcción actual data de principio del siglo XX, con la demolición de la antigua que había en lo que ahora es la sacristía. Esta emblemática ermita es el lugar donde reside la tradición del encuentro o aparición de una reliquia de la cruz de Cristo, a finales de la Edad Media, que cada tres de mayo, en su balcón anexo, bendice con su baño las aguas que riegan nuestra huerta, procedentes del manantial del Chícamo. Recientemente se han colocado dos cuadros del pintor L. Martínez, alusivos a la efeméride del encuentro de la cruz que dio origen a nuestra tradición festera. La indumentaria de los personajes desdice con la época a la que alude la tradición, lo que no deja de ser un anacronismo. El retablo procede del seminario de San Fulgencio de Murcia.
      Desde Mahoya, hacia levante, a dos kilómetros, divisamos la silueta de la población de Abanilla, donde se distingue la torre de su iglesia y el monumento al Corazón de Jesús. A mitad de distancia, en lo alto de una loma cuya panorámica abarca casi todo el término municipal, se encuentra la ermita de Santa Ana, cuyo acceso se hace por la derecha de la carretera MU-412. Se tiene referencia de que existió una ermita a Santa Ana, en obras, desde 1596, por las donaciones hechas en algunos testamentos, pero su emplazamiento es dudoso, pues no se sabe con certeza si fue aquí o en la Huerta. Hay constancia de su emplazamiento actual desde el siglo XVIII, por el nombramiento de su ermitaño. La fiesta en honor de Santa Ana en esta villa la instituyó su concejo el 25 de julio de 1566. Ha sufrido varios arreglos a través de su historia. Está edificada sobre parte de los restos del antiguo castillo que aquí existió, presumiblemente de origen romano, con posteriores adaptaciones árabes. Todavía se conserva un aljibe de considerable capacidad.
      Tras recorrer un kilómetro accedemos por una pronunciada cuesta a las primeras construcciones del casco urbano abanillero. Nos recibe una balconada convertida en paseo, actualmente decorada por un palio metálico, donde estuvo enclavada la primera y más antigua ermita de esta villa, a la advocación de San Sebastián y San Roque. Data su bendición del 6 de diciembre de 1561, por el obispo Esteban Almeida. Se le llamó de San Antón a partir de 1940. Fue desamortizada y demolida en 1967, para la ampliación de este paseo, llamado “de la Ermita”.
      Dirigimos nuestros pasos al centro del casco urbano, a la plaza del Ayuntamiento. Alzando la vista hacia saliente divisamos una larga escalinata que nos conduce al sitio denominado “El Lugar Alto”, donde, en el año 1946, se erigió el monumento al Corazón de Jesús, ubicado cerca de donde estuvo la antigua y primitiva iglesia de San Benito, de 1504, próxima al castillo fortaleza de la villa, de la que no se conserva ningún elemento arqueológico, por haberse construido un depósito de agua en su emplazamiento. Si no queremos bajar por la escalinata podemos caminar por las calles de lo que fue el recinto amurallado: San Benito, Subida al Castillo, don Juan, Atalaya, Gloria, Lonja…, y llegar a la iglesia de San José, del siglo XVIII, junto al lavadero y La Casa Cabrera. De su interior se conserva restaurado el retablo del altar mayor, obra de los hermanos Perales. El actual “Lignum Crucis”, autentificado por el Vaticano, está expuesto permanentemente a la vista en un artístico templete, realizado en 1996. Tanto en el interior como en el exterior del templo se encuentra omnipresente la flordelisada cruz de la orden de Calatrava, bajo cuya férrea jurisdicción estuvo esta población desde 1434 hasta 1873. En el piso del baptisterio están algunas lápidas de los enterramientos que hubo  en el subsuelo del templo, antes de que se pavimentara con “mármol”.
      Abandonamos la población en dirección Sur y en el actual cruce de las carreteras  MU-412, 413 y 414, en el centro de una rotonda, nos encontramos con una monumental cruz de 12 metros de altura, réplica en hormigón de nuestro actual relicario, la cual ha sido erigida este año 2007, para gloria y regocijo del pueblo y su tradición, emulando la gesta de don Jaime I El Conquistador, que las mandaba poner de piedra en los pueblos que conquistaba. Sin dejar la orientación de referencia, a menos de un kilómetro de la delimitación del término municipal con el de Santomera, a la derecha de la carretera MU-414, en el Km. 11, hay una ermita junto a un pequeño caserío llamado La Casa Cabrera. Existe una inscripción  en su campana de 1714. Está construida siguiendo el modelo de la iglesia parroquial de San José. Es de propiedad particular y, por la fecha y tipo de construcción, puede que la mandara edificar don Juan de Cereceda y Carrascosa, comendador que fue de la encomienda de Abanilla. Está a la advocación de San Juan Bautista. En su interior hay dos escudos de armas pintados sobre madera, además del tallado en piedra encima del dintel de una edificación contigua que, presumiblemente, pertenecieron a don Miguel de la Torre Cabrera, último heredero del citado comendador. Don Miguel estaba casado con doña Leonarda Luján Zamora, de la que no tuvo hijos. El diario El Liberal de Murcia, del 13-02-1906, hace la siguiente crónica: “Abanilla.- El día 9 del corriente se celebraron solemnes honras fúnebres por el eterno descanso del alma del que fue jefe del partido liberal y providencia de muchos necesitados de esta villa, don Miguel de la Torre Cabrera…” Aquí concluye la ruta de las ermitas abanilleras de más rancio abolengo, aunque no muy  lejos, hacia saliente, por un camino transitable que baldea el río Chícamo, podemos llegar al paraje de Mafraque, donde agonizan para la historia local los últimos vestigios de lo que fue la ermita de este lugar, dedicada a San José, de propiedad particular. La erigió el terrateniente de aquellos parajes, José Tristán Rocamora, que fue alcalde y síndico de nuestro concejo a mediados del siglo XVIII, obstinado defensor de los fueros de Abanilla frente a los abusos de los administradores de la orden de Calatrava. La  Bula dada para que en ella se pueda celebrar misa, que se ha conservado hasta nuestros días, está fechada en el año 1776.

E. Marco

Artículo publicado en el programa de fiestas de Mahoya de 2007

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